El
catedrático y sus estudiantes
Daniel MORÁN
CONICET - Universidad de Buenos Aires, Argentina
El
verdadero maestro no se preocupa casi por la disciplina. Los estudiantes lo respetan
y lo escuchan, sin que su autoridad necesite jamás acogerse al reglamento ni ejercerse
desde lo alto de un estrado. En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la
universidad, rodeado familiarmente de sus alumnos, es siempre el maestro. Su autoridad
es un hecho moral. Solo los catedráticos mediocres, - y en particular los que no
tienen sino un título convencional o hereditario -, se inquietan tanto por la disciplina,
suponiéndola una relación rigurosa y automática que establece inapelablemente la
jerarquía material o escrita
(Mariátegui, 1998, p. 115-116).
Cómo alguna vez señaló José Carlos
Mariátegui en Temas de Educación los maestros
y catedráticos casi siempre imponen la disciplina cómo un arma para esconder su
ignorancia, la falta de capacidad intelectual y profesionalismo. En otras palabras,
tienen una perspectiva obsoleta de la educación, y más aun de la relación entre
maestros y estudiantes. Creen que la acción pedagógica debe ser de arriba hacia
abajo, en una línea vertical de relaciones donde el diálogo no importa sino solamente
la voz monolítica del catedrático. Se impone así una imagen muy conocida: "ustedes
no saben nada, yo lo sé todo." Por lo tanto, aquella supuesta falencia de conocimientos
en los alumnos legítima a los catedráticos a imponer su vasta cultura en las mentes
y en los espíritus de los estudiantes. Y también a criticar todo movimiento de protesta
estudiantil como actos violentos de facinerosos sin educación y de carácter cerrado.
La verdadera educación creo que no
parte de esas premisas arcaicas e impositivas. La educación es integral, democrática
y liberadora. No impone sino dialoga, no genera divisiones sino integra, y todo
ello, porque somos seres sociales y aprendemos en sociedad y no únicamente de forma
particular. Igualmente, es evidente que la educación es debate y aprendizaje constante
y no se imparte desde cuatro paredes y en el pupitre, por el contrario, la educación
tiene que ser vivencial, romper las barreras del aula y tener un claro carácter
social, que le interese la problemática nacional y obviamente las dificultades propias
de los hombres.
No necesitamos, parafraseando a Paulo
Freire, de una educación domesticadora y bancaria, sino de una educación problematizadora
y de una educación como práctica de la libertad. Porque la idea no es educar para
la sumisión y la inoperante, sino para la liberación y la creación (Freire, 1997).
Precisamente, se busca que los estudiantes en un diálogo y debate constante con
los maestros puedan aprender a aprender y puedan en aquella acción conjunta aprender
a pensar. Aquel es uno de los problemas capitales de la educación: las grandes dificultades
que tienen maestros y estudiantes para pensar, debatir y crear. No todo necesariamente
está en los libros y en las bibliotecas, muchas veces lo encontramos en la sociedad
misma (Freire e Shor, 2014). Porque el hombre es un ser social por naturaleza y
nuestra principal preocupación y problema debe buscarse y resolverse allí. Sin embargo,
casi siempre los catedráticos basan sus cátedras en libros e investigaciones de
otros, tienen una cultura libresca donde la repetición de más de lo mismo es la
característica central. Y, creo que hoy, no necesitamos solamente catedráticos de
pupitre y de tinta y papel, sino, esencialmente, maestros investigadores interesados
en la sociedad y en los problemas sociales. Porque si no como vamos a exigir a nuestros
estudiantes que sean excelentes profesionales si nosotros no lo somos, ni demostramos
un espíritu de actualización e investigación. Docentes enseñando seminarios de tesis
sin haberse graduado con tesis, profesores divulgando la historia, la economía o
la política sin haber publicado artículos sobre la asignatura, menos aún algún libro
importante. La universidad es creación de nuevos conocimientos y no repetición de
lo ya conocido. La universidad debe generar entusiasmo genuino por la investigación
y no apagar el fuego novel pero luminoso de nuestros estudiantes.
Todo esto es solamente una de las
caras de la moneda y del problema. Gran parte de los estudiantes ya no son los de
antaño y tampoco tendrían porque serlo, los tiempos cambian dirán muchos, será por
el sistema de educación arcaica o por la enfermedad contagiosa de la dejadez y la
ignorancia. Ya no les importa la calidad académica sino priorizan el ahorro de horas
y las altas notas. Dicen ser alumnos apolíticos cuando esa conducta demuestra precisamente
su componente de partido y decisión política definida. Parecen haberse convertido
en estudiantes del Facebook y el Google, de la monográfica de la esquina, de los
avances superficiales sacados de las redes sociales y sin espíritu crítico menos
creativo.
Entonces, de qué estudiantes estamos
hablando y peor aún de qué clase de catedráticos que los forman. Estamos en una
crisis educativa a todo nivel. Y el problema es de todos, y no de unos pocos, obviamente
los intereses del poder político juegan en contra. No seamos ingenuos el Estado
no está de nuestra parte y las autoridades creo que tampoco. Busquemos un cambio,
cambiando todos, y no sólo con pretextos banales y fútiles que lo único que hacen
es aletargar nuestros avances. Rompamos los círculos cerrados y los pensamientos
cuadriculados que tanto daño hacen a la educación. Seamos actores y autores de solución
de nuestros problemas, de la educación de verdad y de nuestra propia historia. En
palabras de Manuel Burga comprendamos en realidad ¿para qué aprender historia en
el Perú?, a manera de ensayar una profunda reflexión sobre nuestro destino histórico
(Burga, 1993) o, la frase clave de Paulo Freire de que: “la educación es siempre
un quehacer político” (Freire citado en El
País, 1978).
Referencias
BURGA,
M. (1993). ¿Para qué aprender historia en
el Perú? Lima: Derrama Magisterial.
FREIRE,
P. (1978). “Entrevista: Paulo Freire: La educación es siempre un quehacer político”,
en, El País, del sábado 20 de mayo de
1978, en línea: http://elpais.com/diario/1978/05/20/sociedad/264463223_850215.html Consultado: jueves 16 de junio del
2016.
FREIRE,
P. (1997). La educación como práctica de la
libertad. México: Siglo XXI editores S.A.
FREIRE,
P. e IRA SHOR (2014). Miedo y osadía. La cotidianidad
del docente que se arriesga a practicar una pedagogía transformadora. Buenos
Aires: Siglo XXI editores S.A.
MARIÁTEGUI,
J. C. (1998). Temas de Educación. Lima:
Empresa Editora Amauta.
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