domingo, 16 de julio de 2017

El catedrático y sus estudiantes



El catedrático y sus estudiantes

Daniel MORÁN
CONICET - Universidad de Buenos Aires, Argentina



El verdadero maestro no se preocupa casi por la disciplina. Los estudiantes lo respetan y lo escuchan, sin que su autoridad necesite jamás acogerse al reglamento ni ejercerse desde lo alto de un estrado. En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la universidad, rodeado familiarmente de sus alumnos, es siempre el maestro. Su autoridad es un hecho moral. Solo los catedráticos mediocres, - y en particular los que no tienen sino un título convencional o hereditario -, se inquietan tanto por la disciplina, suponiéndola una relación rigurosa y automática que establece inapelablemente la jerarquía material o escrita (Mariátegui, 1998, p. 115-116). 


Cómo alguna vez señaló José Carlos Mariátegui en Temas de Educación los maestros y catedráticos casi siempre imponen la disciplina cómo un arma para esconder su ignorancia, la falta de capacidad intelectual y profesionalismo. En otras palabras, tienen una perspectiva obsoleta de la educación, y más aun de la relación entre maestros y estudiantes. Creen que la acción pedagógica debe ser de arriba hacia abajo, en una línea vertical de relaciones donde el diálogo no importa sino solamente la voz monolítica del catedrático. Se impone así una imagen muy conocida: "ustedes no saben nada, yo lo sé todo." Por lo tanto, aquella supuesta falencia de conocimientos en los alumnos legítima a los catedráticos a imponer su vasta cultura en las mentes y en los espíritus de los estudiantes. Y también a criticar todo movimiento de protesta estudiantil como actos violentos de facinerosos sin educación y de carácter cerrado.
La verdadera educación creo que no parte de esas premisas arcaicas e impositivas. La educación es integral, democrática y liberadora. No impone sino dialoga, no genera divisiones sino integra, y todo ello, porque somos seres sociales y aprendemos en sociedad y no únicamente de forma particular. Igualmente, es evidente que la educación es debate y aprendizaje constante y no se imparte desde cuatro paredes y en el pupitre, por el contrario, la educación tiene que ser vivencial, romper las barreras del aula y tener un claro carácter social, que le interese la problemática nacional y obviamente las dificultades propias de los hombres.
No necesitamos, parafraseando a Paulo Freire, de una educación domesticadora y bancaria, sino de una educación problematizadora y de una educación como práctica de la libertad. Porque la idea no es educar para la sumisión y la inoperante, sino para la liberación y la creación (Freire, 1997). Precisamente, se busca que los estudiantes en un diálogo y debate constante con los maestros puedan aprender a aprender y puedan en aquella acción conjunta aprender a pensar. Aquel es uno de los problemas capitales de la educación: las grandes dificultades que tienen maestros y estudiantes para pensar, debatir y crear. No todo necesariamente está en los libros y en las bibliotecas, muchas veces lo encontramos en la sociedad misma (Freire e Shor, 2014). Porque el hombre es un ser social por naturaleza y nuestra principal preocupación y problema debe buscarse y resolverse allí. Sin embargo, casi siempre los catedráticos basan sus cátedras en libros e investigaciones de otros, tienen una cultura libresca donde la repetición de más de lo mismo es la característica central. Y, creo que hoy, no necesitamos solamente catedráticos de pupitre y de tinta y papel, sino, esencialmente, maestros investigadores interesados en la sociedad y en los problemas sociales. Porque si no como vamos a exigir a nuestros estudiantes que sean excelentes profesionales si nosotros no lo somos, ni demostramos un espíritu de actualización e investigación. Docentes enseñando seminarios de tesis sin haberse graduado con tesis, profesores divulgando la historia, la economía o la política sin haber publicado artículos sobre la asignatura, menos aún algún libro importante. La universidad es creación de nuevos conocimientos y no repetición de lo ya conocido. La universidad debe generar entusiasmo genuino por la investigación y no apagar el fuego novel pero luminoso de nuestros estudiantes.
Todo esto es solamente una de las caras de la moneda y del problema. Gran parte de los estudiantes ya no son los de antaño y tampoco tendrían porque serlo, los tiempos cambian dirán muchos, será por el sistema de educación arcaica o por la enfermedad contagiosa de la dejadez y la ignorancia. Ya no les importa la calidad académica sino priorizan el ahorro de horas y las altas notas. Dicen ser alumnos apolíticos cuando esa conducta demuestra precisamente su componente de partido y decisión política definida. Parecen haberse convertido en estudiantes del Facebook y el Google, de la monográfica de la esquina, de los avances superficiales sacados de las redes sociales y sin espíritu crítico menos creativo.
Entonces, de qué estudiantes estamos hablando y peor aún de qué clase de catedráticos que los forman. Estamos en una crisis educativa a todo nivel. Y el problema es de todos, y no de unos pocos, obviamente los intereses del poder político juegan en contra. No seamos ingenuos el Estado no está de nuestra parte y las autoridades creo que tampoco. Busquemos un cambio, cambiando todos, y no sólo con pretextos banales y fútiles que lo único que hacen es aletargar nuestros avances. Rompamos los círculos cerrados y los pensamientos cuadriculados que tanto daño hacen a la educación. Seamos actores y autores de solución de nuestros problemas, de la educación de verdad y de nuestra propia historia. En palabras de Manuel Burga comprendamos en realidad ¿para qué aprender historia en el Perú?, a manera de ensayar una profunda reflexión sobre nuestro destino histórico (Burga, 1993) o, la frase clave de Paulo Freire de que: “la educación es siempre un quehacer político” (Freire citado en El País, 1978). 

Referencias
BURGA, M. (1993). ¿Para qué aprender historia en el Perú? Lima: Derrama Magisterial.
FREIRE, P. (1978). “Entrevista: Paulo Freire: La educación es siempre un quehacer político”, en, El País, del sábado 20 de mayo de 1978, en línea: http://elpais.com/diario/1978/05/20/sociedad/264463223_850215.html Consultado: jueves 16 de junio del 2016.
FREIRE, P. (1997). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI editores S.A.
FREIRE, P. e IRA SHOR (2014). Miedo y osadía. La cotidianidad del docente que se arriesga a practicar una pedagogía transformadora. Buenos Aires: Siglo XXI editores S.A.
MARIÁTEGUI, J. C. (1998). Temas de Educación. Lima: Empresa Editora Amauta.

 

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