¿Maestros de “calidad total” o líderes democráticos?
Pistas
para un nuevo debate
Marco
Antonio Ventura Rodríguez
Docente
1.- Desmitificando
un concepto – fetiche.
“Los fenómenos educativos no son
de
carácter meramente técnico. Son
más bien de
naturaleza moral y política.
Pensar que la realidad
educativa se explica cómo las
secuencias de carácter
técnico es una tergiversación de
su naturaleza”.
Miguel A. Santos
Guerra
Trampas en educación.
La
calidad total ha sido convertida durante los últimos años en una suerte de
concepto – matriz, indispensable e ineludible, haciendo posible la plasmación
de todo un enjambre de propuestas de gestión y administración en toda una
generación de gurúes del llamado management. Tal descubrimiento se volvió
universal a partir de la década del ochenta y el diluvio ha alcanzado casi
todas las esferas del actuar humano (Galgano; 2003).
Superado
el viejo y obtuso paradigma de Taylor y Fayol, que reducía las relaciones
laborales a una suerte de “panal de abejas” en donde los obreros solo tenían
que esp erar los
designios de la abeja reina, anulando o degradando radicalmente sus capacidades
cognitivas, creativas y emocionales, lo cierto es que este escenario se
desgastó en la primera mitad del siglo XX y tuvo que ser reemplazado por uno
más “humano” que garantice por supuesto una escalada geométrica de las
ganancias del empresario y, de ser posible, la aceptación y hasta entusiasmo
del trabajador en un sistemático y bien montado
proceso de alienación y extrañamiento casi infinito, donde, como
siempre, colisionan frontalmente su producción y forma de vida pauperizada.
Ahora el trabajador debía ser por el contrario el “sujeto” encargado de
identificarse con el nuevo sistema y hacerlo suyo (Reinert; 1995).
Este
proceso de introyección diaria de mensajes e información a la subjetividad del
“nuevo sujeto-objeto” fue posible por la aparición de las nuevas tecnologías
electrónicas acompañadas de refinadas técnicas suasorias y motivacionales que
incitan al consumo desmedido por un lado y, por otro, a la aceptación pasiva y
acrítica de las condiciones y fines de tal consumo. Dicho de otro modo, se
forma al nuevo “homúnculo”, caricatura de ser humano, para que el infernal
proceso de creación de mercancías – ahora en un “cambio de época” post
industrial como lo llamo Bell – funcione, pero mucho mejor que antes (Bell;
1995).
Desde
los planteamientos germinales del creador de la calidad total y sus 11 reglas,
Edgard Deming, así como la creación de la doctrina de las “relaciones humanas”
propuesta por Elton Mayo, hasta la renovada gerencia planteada por el
planeamiento estratégico, pasando por supuesto por la maquinaria administrativa
de vanguardia del toyotismo, y las orientaciones innovadoras de Drucker que
califica a las llamadas nuevas organizaciones como “post capitalistas” en donde
la reingeniería y los círculos de calidad se imponen como las novísimas formas
de administración y gestión, hemos sido
testigos de un número vigoroso de teorías y conceptos así como doctrinas y
métodos que propusieron nuevas formas de realizar el trabajo administrativo y
gerencial - en el contexto primero de un mundo bipolar hasta la década del
ochenta, para luego insertarse de forma hegemónica en las dos últimas décadas,
en donde se dice con mucha razón que hemos transitado hacia un mundo multipolar
- copando todas las actividades relativas al mundo gerencial hasta convertir
algunos de estos términos en conceptos - fetiche que se consideran
insustituibles y supuestamente válidos para todos los escenarios y
organizaciones así como para resolver todas las dificultades y limitaciones
presentes en el amplio y complejo panorama de la administración moderna.
Consideramos
que cuando los conceptos y categorías conformantes de un determinado tejido
conceptual dan cuenta de la realidad y la explican o modelan mejor que otras
perspectivas teóricas, entonces la comunidad científica o los especialistas
aceptan provisionalmente estas propuestas y se convierten en un paradigma al
interior de una determinada disciplina.
Pero
las innovaciones científicas y tecnológicas no se plasman al margen de los
escenarios y contextos que le dan finalmente justificación y validez, por el
contrario, es necesario que los progresos de la teoría se contextualicen y
respondan a las demandas que la realidad exige planteándose una necesaria
correspondencia entre la teoría y la práctica, siendo ésta necesariamente de
carácter histórico - social. Desde este
comprometido y critico ángulo teórico se intelige que las creaciones teóricas
deben pasar no solo por la validación interna que verifica la coherencia
interna y la consistencia lógica de los llamados enunciados protocolares, se
tiene que dar cuenta necesariamente de la respectiva correspondencia ideológica
y política que orienta finalmente todo el curso de la praxis investigativa.
Concebir que el proceso de construcción
de un saber está al margen de los condicionantes socio - culturales e
históricos es opinión común y corriente desde la perspectiva del positivismo
que constriñe la teoría a una suerte de entelequia que se aparece a los más
“ilustrados” en supuestos procesos asépticos de “contaminación ideológica” así
como al margen de las valoraciones.
La
calidad total – diremos de forma directa – se ha convertido en la estrategia innovadora de las
empresas que tienen por objetivo superar las ya viejas prácticas de carácter
taylorista – conductista propias de la naciente sociedad industrial capitalista
y que hoy en día se encuentran totalmente desfasadas del actual contexto que
nos toca vivir, en donde es el conocimiento el actual valor de uso y cambio que
se tiene que “aprender a gerenciar” con la indispensable ayuda de una escuela o
institución educativa (del nivel básico o superior) que no forme más para el
saber crítico, sino para la administración de negocios.
La
calidad total es una de las categorías más conocidas y usadas en el mundo del
management y que se ha vuelto una suerte de paradigma en la administración
moderna.
Considerar
que la Calidad Total como cuerpo de estrategias y técnicas para operar en los
procesos de gestión está al margen de los condicionantes socio culturales así
como político – ideológicos es una
ingenuidad que todo investigador sabe de ante mano, mucho más aun cuando su
creación e implantación se realiza en las altas cumbres de las sociedades
capitalistas que ahora utilizan denominaciones eufemísticas que tratan de
maquillar el actual “stablishment” de la globalización neoliberal.
Es
necesario desmontar la estructura interna de la calidad total, toda vez que los
actuales gurús, desde Drucker hasta Potter, la han convertido en una especie de
fetiche insustituible en las actuales prácticas gerenciales sin que se precise
un análisis de su estructura interna desde la óptica del pensamiento crítico,
cuyo soporte de estudio se inicia en las raíces y condicionantes político -
ideológicos que finalmente operan en tales prácticas.
Si
aglutinamos el espacio de acciones de la calidad total en sus diferentes
manifestaciones administrativas actuales podemos considerar que tales acciones giran en torno a las siguientes
características:
·
La
“calidad total” gira pragmáticamente en torno a la ideología de la eficiencia.
Su montaje conceptual y operatividad metodológica se sostiene por la
realización de propósitos con el más puro ideal de la racionalidad instrumental
(fines – medios) (Weber; 1997).
·
El
propósito estratégico de la aplicación social de la calidad como criterio de
“excelencia” se debe a razones estrictamente políticas cuales son, por un lado,
la progresiva reconversión de las prácticas gerenciales de la sociedad
industrial capitalista hacia la actual sociedad de la información, haciendo
posible una mayor sistematización y refinamiento de la explotación del
trabajador en nuevos contextos que, paralelamente, se sirven de la gigantesca
maquinaria de los medios de información. Por otro lado, la progresiva
“migración del pensamiento” que actualmente transita de la búsqueda socrática
del saber hacia la “gerencia de los problemas humanos”. Es aquí en donde juega
un papel fundamental la educación actual ya que se observa un patente abandono
de la calidad de vida del “homo sapiens” que se debe adaptar al nuevo curso
pragmático – funcionalista del actual “management” post moderno.
·
La
actual praxis de la calidad se manifiesta en la educación superior como
Acreditación, entendida esta como Certificación de Calidad. Las instituciones
del nivel superior están buscando superar los viejos mecanismos meritocráticos
para pasar a la medición de estándares y la implementación de los procesos de
evaluación y recertificación. Se quiere con ello convertir los centros de
enseñanza superior en empresas eficaces, eficientes y rendidoras según los
criterios y estándares del mercado.
·
Las
diferentes estrategias implícitas en el escenario de la Calidad solo atinan a
mejorar y paliar los nocivos efectos de la explotación capitalista que en su
forma más refinada se observa por ejemplo en las estrategias propias de la
doctrina de las Relaciones Humanas.
·
El
cambio de escenarios de trabajo que se presenta en la práctica de la calidad
nos ha mostrado una supuesta migración del “paradigma del estrés” en donde
primaba el trabajo cronometrado, hacia el “paradigma de la confianza” en donde
supuestamente se desarrolla la consideración humana de la persona al permitir
que se desarrolle profesionalmente en un ambiente cualitativamente diferente.
Estos supuestos chocan frontalmente con la realidad al hallarse un sinnúmero de
experiencias en donde no funcionan los rigores de la calidad impuesta como
nueva forma de trabajo.
2.- La forja del liderazgo democrático.
Todas
las actividades humanas se han realizado siempre con la participación de
personajes que han desarrollado un papel fundamental y destacado, haciendo
posible que las expectativas colectivas se realicen y con ello se conciba
adecuadamente la relación entre el individuo y el colectivo social.
El
rol de las personas al interior de una
organización es siempre diversificado entendiendo que las diferentes funciones
se realizan siguiendo los objetivos institucionales planteados. Es entonces
cuando se perfila la imagen de ciertas personas que, rebasando sus propias
responsabilidades, cumplen un rol que trasciende las habituales actividades de
trabajo y se proyectan hacia fines más allá de los márgenes cotidianos
establecidos. Este personaje es el líder.
El
liderazgo es una consecuencia o producto que caracteriza a la personalidad que
hace posible dirigir y tomar decisiones en alguna organización o institución en
situaciones y condiciones que normalmente otras personas no asumirían. Por
ello, ser líder implica tomar las riendas de un colectivo guiando sus
expectativas e intereses hacia un objetivo compartido y esperado por los demás.
El líder siempre tiene un espíritu de alteridad, de encuentro y fusión con el otro, reconociendo
que él mismo es el otro ante la mirada de los demás, y reconociéndose asimismo
como la continuación de las fuerzas productivas que se abren paso en el
enconado escenario de la historia en donde el motor de la misma está
concentrado en la enconada lucha de las clases sociales. El líder no es aquel personaje que se desliga
de los demás, al mejor estilo del “Gentleman” o el “Superhombre”, tal y como lo
entendían Carlyle y Nietchshe respectivamente, que no hacen más que expresar
los ideales del elitismo demo burgués que se ha impuesto en los discursos
palaciegos de ciertos altares académicos.
El
líder se forja entre el yunque y martillo de la historia; su génesis, siendo
por necesidad y casualidad, rebaza inicialmente su propia autopercepción y se
ve condicionado a sobrepujar una nueva imagen de sí, pero no solo como un
operador conductual, es fundamentalmente la construcción de una nueva persona
que transita, nos dice Vygotsky, hacia una zona de desarrollo próximo
(Vigotsky; 1978).
El
líder siempre tiene un papel o rol social en la medida en que es en el
encuentro con las necesidades y expectativas sociales en donde se realiza el
sentido y praxis del liderazgo. Las acciones que, como móviles del espíritu,
insuflan la personalidad del líder no son las que repiten los teóricos del
elitismo – entre ellos por su puesto las
ideas de Gaetano Mosca – ni las
que nos presentan los teóricos de la ética reconocimiento – recordemos que fue
Fukuyama el que sentenció la expresión “homo timoticus”, sino las que consideramos se encuentran en el
vasto escenario de las reivindicaciones sociales y las luchas del pueblo; aquí
es donde encontramos a los líderes que asumen las acciones más ejemplares que
rebasan las limitadas y corrosivas denominaciones burguesas que no entienden lo
que se convierte en una máxima para la determinación conceptual del liderazgo:
la relación dialéctica entre el individuo y el colectivo, en donde el primero
resume y expresa condensadamente las necesidades y expectativas colectivas y el
segundo es el escenario comunitario que determina la génesis y sentido de las
vivencias, sentimientos y pensamientos que encarna cada sujeto como ser social.
No comprender esta relación es permitir que seamos meros reproductores de las
tendencias burguesas que inundan ciertos discursos de moda.
El
liderazgo se encarna institucionalmente como principio rector de las acciones
globales que se realizan en nuestra organización pero se asumen asimismo en las
acciones derivadas y específicas en donde las tareas diarias se realizan
entendiendo que estas reflejan los claros ideales expresados en nuestra misión
y visión así como en los objetivos estratégicos de cada unidad.
El
líder en nuestra institución se erige y constituye desde cualquiera de los
escenarios de trabajo y realizando las más simples o exigentes tareas; no se
predispone o elitiza la cadena de responsabilidades creyendo que hay cargos
para “personas preparadas de antemano” corroborando la máxima que nos dice que,
por “necesidad y casualidad”, aparece el líder y acepta los retos que el
momento y la contingencia de la situación le propone asumir.
Los
nuevos conceptos – fetiche llamados pos industrial, post moderno, post
capitalista, se presentan así para el líder como el “otro rostro” de una
sociedad que solo maquilla sus gruesas cicatrices y deficiencias para alejar a
los sujetos de la posibilidad de un mundo diferente, alternativo, que permita a
los humanos no solo vivir en humanidad sino potencializar al máximo sus
cualidades humanas. Es por ello indispensable la forja de nuevos líderes que,
en el fragor de presentes epopeyas de denuncia de todas las máscaras del
sistema, pueda ser el reflector de una sociedad nueva.
BIBLIOGRAFÍA
Bell,
Daniel (1995) El advenimiento de la sociedad post industrial. Madrid: Alianza.
Galgano,
Alberto (2003) Calidad Total. Clave estratégica para la competitividad de la
empresa. Madrid: Díaz de Santos.
Lerena,
Carlos (1989) “De la calidad de la enseñanza. Valor de conocimiento y valor
político de una entelequia”. En: Política y sociedad. Revista trimestral de
Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad Complutense de Madrid. PP. 91 – 99.
Reinert,
Erick S. (1995) “El concepto de competitividad y sus predecesores”. En:
Socialismo y participación 72. Revista trimestral del Cedep. Lima, Perú. pp. 21
– 40.
Santos
Guerra, Miguel (2009) Trampas en educación. Madrid: La Muralla.
Vigotsky,
Lev (1978) El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Madrid:
Crítica.
Weber, Max (1997) La ética protestante y el espíritu
del capitalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
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