domingo, 16 de julio de 2017

¿Maestros de “calidad total” o líderes democráticos? Pistas para un nuevo debate



¿Maestros de “calidad total” o líderes democráticos?
Pistas para un nuevo debate

Marco Antonio Ventura Rodríguez
Docente

1.- Desmitificando un concepto – fetiche.
“Los fenómenos educativos no son de
carácter meramente técnico. Son más bien de
naturaleza moral y política. Pensar que la realidad
educativa se explica cómo las secuencias de carácter
técnico es una tergiversación de su naturaleza”.
Miguel A. Santos Guerra
Trampas en educación. 



La calidad total ha sido convertida durante los últimos años en una suerte de concepto – matriz, indispensable e ineludible, haciendo posible la plasmación de todo un enjambre de propuestas de gestión y administración en toda una generación de gurúes del llamado management. Tal descubrimiento se volvió universal a partir de la década del ochenta y el diluvio ha alcanzado casi todas las esferas del actuar humano (Galgano; 2003).
Superado el viejo y obtuso paradigma de Taylor y Fayol, que reducía las relaciones laborales a una suerte de “panal de abejas” en donde los obreros solo tenían que esp erar los designios de la abeja reina, anulando o degradando radicalmente sus capacidades cognitivas, creativas y emocionales, lo cierto es que este escenario se desgastó en la primera mitad del siglo XX y tuvo que ser reemplazado por uno más “humano” que garantice por supuesto una escalada geométrica de las ganancias del empresario y, de ser posible, la aceptación y hasta entusiasmo del trabajador en un sistemático y bien montado  proceso de alienación y extrañamiento casi infinito, donde, como siempre, colisionan frontalmente su producción y forma de vida pauperizada. Ahora el trabajador debía ser por el contrario el “sujeto” encargado de identificarse con el nuevo sistema y hacerlo suyo (Reinert; 1995).
Este proceso de introyección diaria de mensajes e información a la subjetividad del “nuevo sujeto-objeto” fue posible por la aparición de las nuevas tecnologías electrónicas acompañadas de refinadas técnicas suasorias y motivacionales que incitan al consumo desmedido por un lado y, por otro, a la aceptación pasiva y acrítica de las condiciones y fines de tal consumo. Dicho de otro modo, se forma al nuevo “homúnculo”, caricatura de ser humano, para que el infernal proceso de creación de mercancías – ahora en un “cambio de época” post industrial como lo llamo Bell – funcione, pero mucho mejor que antes (Bell; 1995).
Desde los planteamientos germinales del creador de la calidad total y sus 11 reglas, Edgard Deming, así como la creación de la doctrina de las “relaciones humanas” propuesta por Elton Mayo, hasta la renovada gerencia planteada por el planeamiento estratégico, pasando por supuesto por la maquinaria administrativa de vanguardia del toyotismo, y las orientaciones innovadoras de Drucker que califica a las llamadas nuevas organizaciones como “post capitalistas” en donde la reingeniería y los círculos de calidad se imponen como las novísimas formas de administración y gestión,  hemos sido testigos de un número vigoroso de teorías y conceptos así como doctrinas y métodos que propusieron nuevas formas de realizar el trabajo administrativo y gerencial - en el contexto primero de un mundo bipolar hasta la década del ochenta, para luego insertarse de forma hegemónica en las dos últimas décadas, en donde se dice con mucha razón que hemos transitado hacia un mundo multipolar - copando todas las actividades relativas al mundo gerencial hasta convertir algunos de estos términos en conceptos - fetiche que se consideran insustituibles y supuestamente válidos para todos los escenarios y organizaciones así como para resolver todas las dificultades y limitaciones presentes en el amplio y complejo panorama de la administración moderna.
Consideramos que cuando los conceptos y categorías conformantes de un determinado tejido conceptual dan cuenta de la realidad y la explican o modelan mejor que otras perspectivas teóricas, entonces la comunidad científica o los especialistas aceptan provisionalmente estas propuestas y se convierten en un paradigma al interior de una determinada disciplina. 
Pero las innovaciones científicas y tecnológicas no se plasman al margen de los escenarios y contextos que le dan finalmente justificación y validez, por el contrario, es necesario que los progresos de la teoría se contextualicen y respondan a las demandas que la realidad exige planteándose una necesaria correspondencia entre la teoría y la práctica, siendo ésta necesariamente de carácter histórico - social.  Desde este comprometido y critico ángulo teórico se intelige que las creaciones teóricas deben pasar no solo por la validación interna que verifica la coherencia interna y la consistencia lógica de los llamados enunciados protocolares, se tiene que dar cuenta necesariamente de la respectiva correspondencia ideológica y política que orienta finalmente todo el curso de la praxis investigativa. Concebir  que el proceso de construcción de un saber está al margen de los condicionantes socio - culturales e históricos es opinión común y corriente desde la perspectiva del positivismo que constriñe la teoría a una suerte de entelequia que se aparece a los más “ilustrados” en supuestos procesos asépticos de “contaminación ideológica” así como al margen de las valoraciones.
La calidad total – diremos de forma directa – se ha  convertido en la estrategia innovadora de las empresas que tienen por objetivo superar las ya viejas prácticas de carácter taylorista – conductista propias de la naciente sociedad industrial capitalista y que hoy en día se encuentran totalmente desfasadas del actual contexto que nos toca vivir, en donde es el conocimiento el actual valor de uso y cambio que se tiene que “aprender a gerenciar” con la indispensable ayuda de una escuela o institución educativa (del nivel básico o superior) que no forme más para el saber crítico, sino para la administración de negocios.
La calidad total es una de las categorías más conocidas y usadas en el mundo del management y que se ha vuelto una suerte de paradigma en la administración moderna.
Considerar que la Calidad Total como cuerpo de estrategias y técnicas para operar en los procesos de gestión está al margen de los condicionantes socio culturales así como político – ideológicos  es una ingenuidad que todo investigador sabe de ante mano, mucho más aun cuando su creación e implantación se realiza en las altas cumbres de las sociedades capitalistas que ahora utilizan denominaciones eufemísticas que tratan de maquillar el actual “stablishment” de la globalización neoliberal.  
Es necesario desmontar la estructura interna de la calidad total, toda vez que los actuales gurús, desde Drucker hasta Potter, la han convertido en una especie de fetiche insustituible en las actuales prácticas gerenciales sin que se precise un análisis de su estructura interna desde la óptica del pensamiento crítico, cuyo soporte de estudio se inicia en las raíces y condicionantes político - ideológicos que finalmente operan en tales prácticas.
Si aglutinamos el espacio de acciones de la calidad total en sus diferentes manifestaciones administrativas actuales podemos considerar que tales  acciones giran en torno a las siguientes características:

·         La “calidad total” gira pragmáticamente en torno a la ideología de la eficiencia. Su montaje conceptual y operatividad metodológica se sostiene por la realización de propósitos con el más puro ideal de la racionalidad instrumental (fines – medios) (Weber; 1997).
·         El propósito estratégico de la aplicación social de la calidad como criterio de “excelencia” se debe a razones estrictamente políticas cuales son, por un lado, la progresiva reconversión de las prácticas gerenciales de la sociedad industrial capitalista hacia la actual sociedad de la información, haciendo posible una mayor sistematización y refinamiento de la explotación del trabajador en nuevos contextos que, paralelamente, se sirven de la gigantesca maquinaria de los medios de información. Por otro lado, la progresiva “migración del pensamiento” que actualmente transita de la búsqueda socrática del saber hacia la “gerencia de los problemas humanos”. Es aquí en donde juega un papel fundamental la educación actual ya que se observa un patente abandono de la calidad de vida del “homo sapiens” que se debe adaptar al nuevo curso pragmático – funcionalista del actual “management” post moderno.
·         La actual praxis de la calidad se manifiesta en la educación superior como Acreditación, entendida esta como Certificación de Calidad. Las instituciones del nivel superior están buscando superar los viejos mecanismos meritocráticos para pasar a la medición de estándares y la implementación de los procesos de evaluación y recertificación. Se quiere con ello convertir los centros de enseñanza superior en empresas eficaces, eficientes y rendidoras según los criterios y estándares del mercado.
·         Las diferentes estrategias implícitas en el escenario de la Calidad solo atinan a mejorar y paliar los nocivos efectos de la explotación capitalista que en su forma más refinada se observa por ejemplo en las estrategias propias de la doctrina de las Relaciones Humanas.
·         El cambio de escenarios de trabajo que se presenta en la práctica de la calidad nos ha mostrado una supuesta migración del “paradigma del estrés” en donde primaba el trabajo cronometrado, hacia el “paradigma de la confianza” en donde supuestamente se desarrolla la consideración humana de la persona al permitir que se desarrolle profesionalmente en un ambiente cualitativamente diferente. Estos supuestos chocan frontalmente con la realidad al hallarse un sinnúmero de experiencias en donde no funcionan los rigores de la calidad impuesta como nueva forma de trabajo.

2.- La forja del liderazgo democrático.

Todas las actividades humanas se han realizado siempre con la participación de personajes que han desarrollado un papel fundamental y destacado, haciendo posible que las expectativas colectivas se realicen y con ello se conciba adecuadamente la relación entre el individuo y el colectivo social.
El rol de las  personas al interior de una organización es siempre diversificado entendiendo que las diferentes funciones se realizan siguiendo los objetivos institucionales planteados. Es entonces cuando se perfila la imagen de ciertas personas que, rebasando sus propias responsabilidades, cumplen un rol que trasciende las habituales actividades de trabajo y se proyectan hacia fines más allá de los márgenes cotidianos establecidos. Este personaje es el líder.
El liderazgo es una consecuencia o producto que caracteriza a la personalidad que hace posible dirigir y tomar decisiones en alguna organización o institución en situaciones y condiciones que normalmente otras personas no asumirían. Por ello, ser líder implica tomar las riendas de un colectivo guiando sus expectativas e intereses hacia un objetivo compartido y esperado por los demás. El líder siempre tiene un espíritu de alteridad, de  encuentro y fusión con el otro, reconociendo que él mismo es el otro ante la mirada de los demás, y reconociéndose asimismo como la continuación de las fuerzas productivas que se abren paso en el enconado escenario de la historia en donde el motor de la misma está concentrado en la enconada lucha de las clases sociales.  El líder no es aquel personaje que se desliga de los demás, al mejor estilo del “Gentleman” o el “Superhombre”, tal y como lo entendían Carlyle y Nietchshe respectivamente, que no hacen más que expresar los ideales del elitismo demo burgués que se ha impuesto en los discursos palaciegos de ciertos altares académicos.
El líder se forja entre el yunque y martillo de la historia; su génesis, siendo por necesidad y casualidad, rebaza inicialmente su propia autopercepción y se ve condicionado a sobrepujar una nueva imagen de sí, pero no solo como un operador conductual, es fundamentalmente la construcción de una nueva persona que transita, nos dice Vygotsky, hacia una zona de desarrollo próximo (Vigotsky; 1978).
El líder siempre tiene un papel o rol social en la medida en que es en el encuentro con las necesidades y expectativas sociales en donde se realiza el sentido y praxis del liderazgo. Las acciones que, como móviles del espíritu, insuflan la personalidad del líder no son las que repiten los teóricos del elitismo – entre ellos por su puesto las  ideas de  Gaetano Mosca – ni las que nos presentan los teóricos de la ética reconocimiento – recordemos que fue Fukuyama el que sentenció la expresión “homo timoticus”,  sino las que consideramos se encuentran en el vasto escenario de las reivindicaciones sociales y las luchas del pueblo; aquí es donde encontramos a los líderes que asumen las acciones más ejemplares que rebasan las limitadas y corrosivas denominaciones burguesas que no entienden lo que se convierte en una máxima para la determinación conceptual del liderazgo: la relación dialéctica entre el individuo y el colectivo, en donde el primero resume y expresa condensadamente las necesidades y expectativas colectivas y el segundo es el escenario comunitario que determina la génesis y sentido de las vivencias, sentimientos y pensamientos que encarna cada sujeto como ser social. No comprender esta relación es permitir que seamos meros reproductores de las tendencias burguesas que inundan ciertos discursos de moda.
El liderazgo se encarna institucionalmente como principio rector de las acciones globales que se realizan en nuestra organización pero se asumen asimismo en las acciones derivadas y específicas en donde las tareas diarias se realizan entendiendo que estas reflejan los claros ideales expresados en nuestra misión y visión así como en los objetivos estratégicos de cada unidad.
El líder en nuestra institución se erige y constituye desde cualquiera de los escenarios de trabajo y realizando las más simples o exigentes tareas; no se predispone o elitiza la cadena de responsabilidades creyendo que hay cargos para “personas preparadas de antemano” corroborando la máxima que nos dice que, por “necesidad y casualidad”, aparece el líder y acepta los retos que el momento y la contingencia de la situación le propone asumir.
Los nuevos conceptos – fetiche llamados pos industrial, post moderno, post capitalista, se presentan así para el líder como el “otro rostro” de una sociedad que solo maquilla sus gruesas cicatrices y deficiencias para alejar a los sujetos de la posibilidad de un mundo diferente, alternativo, que permita a los humanos no solo vivir en humanidad sino potencializar al máximo sus cualidades humanas. Es por ello indispensable la forja de nuevos líderes que, en el fragor de presentes epopeyas de denuncia de todas las máscaras del sistema, pueda ser el reflector de una sociedad nueva. 

BIBLIOGRAFÍA

Bell, Daniel (1995) El advenimiento de la sociedad post industrial. Madrid: Alianza.
Galgano, Alberto (2003) Calidad Total. Clave estratégica para la competitividad de la empresa. Madrid: Díaz de Santos.
Lerena, Carlos (1989) “De la calidad de la enseñanza. Valor de conocimiento y valor político de una entelequia”. En: Política y sociedad. Revista trimestral de Ciencias Sociales.  Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Complutense de Madrid. PP. 91 – 99.
Reinert, Erick S. (1995) “El concepto de competitividad y sus predecesores”. En: Socialismo y participación 72. Revista trimestral del Cedep. Lima, Perú. pp. 21 – 40.
Santos Guerra, Miguel (2009) Trampas en educación. Madrid: La Muralla. 
Vigotsky, Lev (1978) El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Madrid: Crítica.
Weber, Max (1997) La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México: Fondo de Cultura Económica.  

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